“En ningún lugar puede un ser humano encontrar un retiro más tranquilo que en su propia alma.”
Marco Aurelio, filósofo estoico
A lo largo del tiempo, numerosos estudios científicos han demostrado que la música activa zonas del cerebro vinculadas con la memoria y las emociones, ayudando a procesar el dolor y generar bienestar emocional.
Sin embargo, más allá de lo que la ciencia confirma, tú ya sabes, como toda persona que ha atravesado una pérdida, que la música tiene un poder que no necesita demostración: puede convertirse en compañía, consuelo o esperanza.
La música para el duelo te permite conectar con lo que sientes, liberar aquello que cuesta expresar con palabras.
Por eso quiero proponerte un ejercicio sencillo, aunque poderoso, para que puedas utilizar la música como una aliada en tu proceso de duelo y recuperación emocional.
“Tu refugio musical”: un acto de escucha interior
Un espacio íntimo para estar contigo, para escuchar lo que ocurre dentro y dejar que la música te acompañe allí donde las palabras no alcanzan.
Paso 1: Elige tres canciones que te conecten con tu duelo
Dedica unos minutos a escoger tres piezas que reflejen tu momento actual.
No tienen que ser canciones “bonitas” ni “tristes”: busca que sean auténticas.
Tal vez una te traiga recuerdos de la persona o la etapa que perdiste; otra te acerque a una emoción difícil como la rabia o la soledad; y quizá una tercera te muestre algo distinto, como la ternura o la gratitud.
La música actúa como un espejo: te muestra lo que habita dentro de ti.
Escuchar estas canciones es una forma de reconocer tus emociones, darles un espacio y permitir que encuentren su voz.
Paso 2: Escucha sin prisa
Busca un lugar tranquilo donde puedas estar contigo sin interrupciones.
Apaga el teléfono, baja la luz, siéntate o recuéstate con comodidad y simplemente escucha.
No intentes analizar ni comprender: solo sentir.
Si lo necesitas, acompaña la experiencia con movimiento libre del cuerpo: una mano que se abre, los pies que marcan un ritmo, una respiración más amplia.
El cuerpo tiene su propio lenguaje para expresar lo que las palabras no pueden.
Permitir ese movimiento es una manera de dejar que la emoción fluya de forma natural.
Paso 3: Escribe lo que surgió
Después de escuchar, dedica unos minutos a escribir lo que experimentaste.
Puedes hacerlo en tu diario de duelo o en un cuaderno especial.
Algunas preguntas que pueden ayudarte:
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¿Cómo me sentía antes de empezar?
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¿Qué emociones aparecieron mientras escuchaba?
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¿Qué cambió en mí al terminar?
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¿Qué recuerdo o comprensión nueva surgió?
La escritura te ayudará a integrar la experiencia y a poner palabras a lo que la música ha movido en ti.
Con el tiempo, este registro se convertirá en una forma de mirar tu proceso, de observar cómo las emociones cambian, cómo el dolor se transforma y cómo vas recuperando el contacto con la vida.
Paso 4: Cierra con calma
El cierre es una parte esencial de este ejercicio.
Te invito a escuchar una última canción que te transmita paz, confianza o serenidad.
Puede ser una melodía instrumental o una pieza que asocies con un momento de calma o con la presencia amorosa de quien has perdido.
La música clásica barroca, como Bach o Albinoni, puede ser una buena opción.
Escucha con atención y observa cómo la melodía se asienta en tu interior, dejando una sensación de ligereza y equilibrio emocional.
Algunas piezas que pueden inspirarte
Si no sabes por dónde empezar, aquí tienes algunas sugerencias de mi propia playlist:
Adagio for Strings – Samuel Barber
Pavane – Gabriel Fauré
Requiem: Lacrimosa – W.A. Mozart
Nocturne Op. 9 No. 2 – Frédéric Chopin
Tears in Heaven – Eric Clapton
Wish You Were Here – Pink Floyd
A Sky Full of Stars – Coldplay
The Promise – Tracy Chapman
Over the Rainbow – Israel Kamakawiwo’ole
Cambia, todo cambia – Mercedes Sosa
Clair de Lune – Claude Debussy
Aria (Suite en Re Mayor) – J.S. Bach
Canon en Re Mayor – Johann Pachelbel
Vals de primavera – Chopin
La Barcarola – Offenbach
Chevaliers de Sangreal – Hans Zimmer
La música como espacio de comprensión y sanación
El duelo emocional no sigue una línea recta ni un calendario.
Es un proceso humano que requiere tiempo, cuidado y espacios donde puedas estar contigo con sinceridad.
Este ejercicio musical puede acompañarte en ese camino, aunque no sustituye la presencia de un profesional cuando sientas que necesitas ayuda.
La música puede ser uno de esos espacios seguros: un refugio donde llorar, recordar, agradecer y, poco a poco, volver a sentirte conectado con la vida.
Porque la música, más allá de ser un recurso artístico, nos recuerda algo esencial:
que sigues vivo, que puedes sentir y que puedes amar.
Escrito por Elisabet Ros, Terapeuta transpersonal – especialista en duelo.
