Elisabet Ros

Cine y duelo: películas que acompañan en la pérdida y nos enseñan a seguir viviendo

El cine nos regala historias que nos conmueven porque, de algún modo, hablan de nosotros. En la pantalla se reflejan situaciones, emociones y vínculos que reconocemos como propios, tanto en lo individual como en lo colectivo.

 

A través de sus relatos, el cine nos muestra distintas maneras de vivir, amar y también de despedir.

 

Cuando lo miramos desde la experiencia del duelo, el cine se convierte en un espejo sensible que nos permite observar nuestras propias pérdidas desde otra perspectiva y a ampliar nuestra mirada.

 

El duelo es una experiencia universal porque todos, en algún momento, debemos atravesarlo para poder seguir viviendo.

 

No solo cuando muere alguien, sino también en las muchas transformaciones y despedidas cotidianas que forman parte del crecimiento.

 

El cine, como gran metáfora de la vida, puede acompañarnos en ese camino.

 

El cine como acompañamiento terapéutico

Las películas actúan como metáforas de la vida. A través de los personajes, los sonidos, la música, los paisajes, logran conectar con nuestras emociones más profundas. Por eso, pueden servir como una herramienta educativa y terapéutica: nos permiten reconocernos, empatizar y reflexionar sobre cómo queremos seguir viviendo.

 

Ver cine puede ayudarnos a:

  • Reconocer emociones: identificarnos con los personajes y validar lo que sentimos.
  • Generar empatía: comprender mejor el dolor ajeno y, con ello, el propio.
  • Abrir conversaciones: usar la historia como punto de partida para hablar de temas difíciles.
  • Ofrecer consuelo y nuevas perspectivas: encontrar inspiración o calma en los relatos de otros.
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A continuación, comparto algunas películas y una serie que nos invitan a mirar el duelo desde distintos ángulos, con sensibilidad y esperanza.

 

Mi otra yo (2022, Turquía)

Tres amigas viajan a una pequeña ciudad costera para realizar sesiones de constelaciones familiares. A través de este proceso, cada una descubre heridas y pérdidas emocionales que se repiten de generación en generación.

La serie propone una visión terapéutica y espiritual del duelo: sanar no siempre es olvidar, sino comprender y liberar lo que duele. Nos recuerda que, muchas veces, la pérdida que sentimos hoy tiene raíces más antiguas, y que mirar el pasado con amor puede transformar nuestro presente.

 

La cabaña (2017, EE.UU.)

Tras la trágica muerte de su hija, Mack se enfrenta a un profundo dolor que lo aleja de todo. En una experiencia simbólica, se encuentra con lo divino y empieza un proceso de reconciliación consigo mismo y con la vida.

 

La película invita a reflexionar sobre el perdón, la culpa y la posibilidad de sanar. A través de imágenes cargadas de espiritualidad, muestra cómo incluso en el sufrimiento más oscuro puede haber un aprendizaje interior: el de volver a amar, aunque la herida siga abierta.

 

Late Quartet (2012, EE.UU.)

Un cuarteto de cuerda se ve sacudido cuando uno de sus integrantes enferma. La noticia obliga a todos a enfrentarse a sus miedos, celos y deseos ocultos. La música, que antes los unía, se convierte en el hilo que sostiene sus vidas.

 

Late Quartet es una metáfora sobre la impermanencia y la aceptación del cambio. Nos enseña que los vínculos, como las melodías, necesitan desafinar y volver a buscar armonía para seguir existiendo. En el duelo, la vida también se reacomoda, nota a nota.

 

Un toque de canela (2003, Grecia/Turquía)

Fanis, un astrónomo y cocinero, recuerda su infancia en Estambul, de donde su familia griega fue expulsada. En su regreso años después, mezcla la nostalgia con la cocina y los recuerdos de su abuelo, quien le enseñó que “la vida necesita un poco de canela para tener sabor”.

 

Esta película aborda el duelo migratorio y la pérdida del hogar. Con ternura y humor, muestra que las raíces no se pierden, se transforman. A través de los sentidos —los aromas, los sabores, los recuerdos— aprendemos que sanar también puede ser saborear lo vivido con gratitud.

 

Estiu 1993 – Verano 1993 (2016, España)

Frida tiene seis años y acaba de perder a sus padres, fallecidos a causa del sida. Adoptada por sus tíos, deja Barcelona para comenzar una nueva vida en el campo. Durante ese primer verano, aprende a comprender la ausencia, a construir nuevos lazos y a habitar un mundo sin sus padres.

 

Basada en la infancia de la directora Carla Simón, esta historia delicada nos muestra el duelo desde la mirada de una niña que intenta entender lo que significa “no volver a ver”.

 

Nos recuerda que cada pérdida es única, y que incluso en la inocencia puede nacer una profunda sabiduría sobre la vida y la muerte.

 

Aprender del duelo a través del cine

Cada una de estas historias ilumina un aspecto distinto del duelo: la pérdida de un ser querido, de la salud, sobre cómo nuestros ancestros vivieron sus duelos, cómo acompañar el duelo en la infancia, sobre los procesos migratorios o la propia identidad.

 

El cine nos invita a mirar, sentir y pensar. Nos educa sin imponer, despertando en nosotros una comprensión más profunda de lo humano.

 

A través de las películas, podemos observar cómo otros transitan el dolor, se reconstruyen y encuentran sentido. Y en ese reflejo, quizá también descubramos nuestras propias formas de recorrer este camino.

 

Porque cada vez que una historia nos conmueve, algo en nosotros también se transforma.

 

Y es ahí donde el cine nos enseña sobre el maravilloso Arte de Vivir.

 

Escrito por Elisabet Ros, Terapeuta transpersonal – especialista en duelo.