He pasado por esta experiencia en varias ocasiones y, aunque parezca similar, cada hijo trae su propio movimiento, su propio desafío, su propia transformación. Ser madre es una de las crisis más profundas en la vida de una mujer, pero también, cuando logramos acompañarla con conciencia y amor, puede convertirse en una maravillosa oportunidad para reinventarnos, para encontrarnos con una nueva fuerza y un nuevo propósito.
La necesidad de comunidad en el proceso maternal
En este momento tan intenso, lo que más necesitamos las mujeres es comunidad, contención, un entorno amable y sin juicio. No es un momento para estar solas. Es un tiempo en el que el abrazo de otras mujeres, la escucha sin prisa, el sostén emocional y la mirada compasiva pueden marcar una diferencia inmensa.
Ser madre es uno de los mayores actos de amor y también uno de los mayores movimientos internos que una mujer puede atravesar. Es mucho más que traer un hijo al mundo: es morir un poco y volver a nacer de una forma completamente distinta. Porque no solo nace un bebé, nace una madre. Y con ese nacimiento, también llegan los duelos: esos silencios internos que pocas veces se nombran, pero que habitan con fuerza en la piel, en el cuerpo, en el alma…
El puerperio, un terremoto que lo reordena todo
El puerperio, también conocido como postparto, es el periodo que sigue al nacimiento del bebé. Médicamente, este proceso se estima en unas seis semanas, pero en la experiencia de muchas mujeres, se extiende mucho más. Es una transformación existencial profunda, un terremoto emocional que sacude los cimientos de lo que creíamos ser.
El cuerpo de la mujer ya no es el mismo: las hormonas se alborotan, y el alma busca su nuevo lugar. Aparece el cansancio profundo, la sensación de desborde, la pregunta constante de si lo estamos haciendo bien. Se mezcla el amor más inmenso con el miedo más crudo, todo mientras el mundo sigue girando, como si nada hubiese cambiado… aunque para nosotras, haya cambiado todo.
La lactancia materna: un vínculo intenso
La lactancia materna, y en particular la “lactancia en tándem” –cuando una madre amamanta a dos hijos de diferentes edades–, es una elección personal. En mi caso, esta fue mi decisión: amamantar a ambos de forma simultánea, con todo lo que implica darles lo mejor de mí en esos momentos de conexión. Para muchas mujeres, como lo ha sido para mí, es una forma de nutrir y conectar con sus hijos de una manera excepcional. Cuando es posible y deseada, la lactancia materna se convierte en una de las experiencias más intensas y simbólicas del vínculo madre-hijo. Es mucho más que alimento; es cariño, es compañía, es un espacio donde el cuerpo de la madre está completamente disponible para su hijo, ofreciendo no solo nutrición, sino también consuelo, seguridad y afecto.
Sin embargo, este acto de entrega también tiene su lado complejo. Es un proceso de dar, dar y dar, que puede llegar a ser emocionalmente y físicamente exigente. En el caso de la “lactancia en tándem”, el reto se duplica, ya que una madre sostiene el cuidado de dos niños con necesidades diferentes al mismo tiempo. En esta decisión, es crucial respetar y apoyar a cada mujer, sin juicios, porque cada madre sabe lo que es mejor para ella y su familia.
Es importante que las mujeres que eligen este camino reciban el apoyo necesario, ya sea emocional, físico o práctico. La lactancia puede ser un regalo maravilloso, pero también puede ser un reto enorme. Y ambas realidades son válidas. Cada mujer, cada madre, tiene su propio ritmo, y es fundamental crear un entorno de respeto y solidaridad en torno a esas decisiones tan significativas.
El duelo del destete
El destete es, en muchos casos, un “duelo silencioso”. Es el cierre de una etapa muy especial en la relación madre-hijo, una etapa cargada de momentos de intimidad y conexión profunda. Cuando el cuerpo deja de alimentar al hijo, se corta simbólicamente un hilo físico que ha sido el lazo entre ambos durante meses o incluso años. A pesar de que muchas veces es una decisión deseada o necesaria, puede ser doloroso, porque implica soltar. Es un proceso emocional, un fin de una manera de relacionarse, de compartir algo único. Sin embargo, también es una oportunidad para encontrar nuevas formas de vincularse, de redefinir el amor y la cercanía, aunque el duelo por esa etapa compartida sea inevitable.
La crianza: un viaje de autodescubrimiento
La crianza es un viaje lleno de retos, donde se construye y deconstruye constantemente la relación con nuestros hijos y con nosotras mismas. Criar a nuestros hijos mientras intentamos mantener nuestra identidad y bienestar es uno de los actos de mayor coraje. Nos enfrentamos a nuestras propias heridas, creencias y dudas, y en el proceso, nos transformamos en espejo, refugio y contención para nuestros hijos.
Pero en ese dar constante, muchas veces nos perdemos un poco, olvidando que también necesitamos cuidado y atención. La crianza, aunque hermosa, requiere encontrar un equilibrio entre el amor hacia nuestros hijos y el amor hacia nosotras mismas.
Conciliación: el desafío de ser madre y mujer
La conciliación entre la maternidad y lo laboral, lo personal, lo social, se convierte en un gran desafío. La mujer que éramos antes se difumina, y la nueva identidad aún está por construirse. Cambian los vínculos, se redefinen las prioridades, y puede haber una gran crisis vital, porque de pronto ya no encajamos como antes en los lugares que habitábamos.
El impacto en la pareja
Cuando llega el primer hijo, nace también una nueva familia, y con ella, una posible crisis de pareja. La maternidad y la paternidad son vividas de manera distinta por cada uno, lo que genera un cambio en la dinámica de la relación. Las prioridades cambian, el cansancio se acumula y la pareja se pone a prueba. Es un momento en el que cuidarnos y escuchar las necesidades de cada uno es fundamental. Con el tiempo y el compromiso, esta crisis puede convertirse en una oportunidad para reconstruir el vínculo, encontrar nuevas formas de fortalecer la relación, tanto como pareja como padres.
Cambios en las relaciones sociales y familiares
La llegada de un hijo implica un cambio también en las relaciones familiares y amistades. A medida que adaptamos nuestra vida social al ritmo de la maternidad, algunas amistades se distancian por las nuevas prioridades. Dentro de la familia, los roles también cambian, y a veces surgen ajustes en las expectativas y responsabilidades.
Sin embargo, este proceso también abre la puerta a nuevas oportunidades para conectar con personas que atraviesan momentos vitales similares. Es en esos encuentros, con quienes comprenden nuestras experiencias, donde encontramos una fuente de apoyo genuino y entendimiento, creando lazos más profundos que nos enriquecen en este nuevo capítulo de nuestras vidas.
El rol de la mujer como cuidadora
En la mayoría de los casos, recae en las mujeres el rol de cuidadora principal, ya sea en la crianza de los hijos, el cuidado de familiares o en las responsabilidades del hogar. Este rol, aunque lleno de amor y entrega, conlleva grandes retos emocionales, físicos y mentales. Las mujeres, al centrarse en el bienestar de los demás, a menudo descuidan el suyo propio, lo que puede llevar al agotamiento y al resentimiento.
Es crucial cuidarnos, porque solo cuando nos damos espacio para atender nuestras propias necesidades, podemos ofrecer lo mejor de nosotras a quienes amamos. El autocuidado no es un lujo, es una necesidad para mantener nuestro equilibrio y poder seguir siendo el soporte firme que los demás requieren.
Renacer a través de la maternidad
Este camino, lleno de desafíos y transformaciones, es también una hermosa oportunidad para reinventarnos y renacer. A través de cada duelo, cada cambio, cada crisis, encontramos nuevas versiones de nosotras mismas, más fuertes, más auténticas y más sabias. Cuando nace una mamá, también puede renacer una mujer. Y no estamos solas en este proceso. La comunidad, el apoyo y el autocuidado son esenciales para transitar este viaje con plenitud y amor.
Formación para mujeres en a coruña: acompañando los duelos y transformaciones
Pronto estaré ofreciendo una formación, tanto online como presencial en A Coruña, dirigida a mujeres que deseen profundizar en los duelos y transformaciones que atraviesan a lo largo de sus vidas.
Un espacio para explorar y cómo acompañar los procesos del ciclo de la vida con conciencia, amor y amabilidad. Porque cada etapa de la vida nos invita a descubrirnos y a vivir con más propósito.
Feliz día a todas las madres.
Escrito por Elisabet Ros, madre, terapeuta transpersonal y especialista en duelo.