Elisabet Ros

Duelo Gestacional y Perinatal

Duelo gestacional y perinatal: El dolor silenciado de una vida que no llegó a ser

 “Una vida que dura 5 semanas en el vientre de su madre es tan significativa como una que dura 80 años. El impacto que deja una muerte temprana en sus padres puede ser tan profundo que transforma completamente la vida de esos padres, abriendo espacios para el crecimiento personal y la reconciliación”. María Luisa Reátegui Keller, psicóloga experta en duelo gestacional y perinatal, fundadora de Anydar.

En el camino de la maternidad y paternidad, la pérdida de un embarazo o de un recién nacido, la infertilidad, los fallos en la reproducción asistida representan experiencias que pueden llegar a ser devastadoras y profundamente dolorosas. Sin embargo, el duelo gestacional y perinatal continúa siendo invisibilizado y desautorizado en nuestra sociedad. Se trata de un sufrimiento único, íntimo y muchas veces negado, que ocurre en un momento donde se esperaba vida, pero llega la muerte, sin aviso ni explicación.

Una pérdida que no se ve, no se nombra, no se reconoce

Las muertes gestacionales y perinatales son diferentes a cualquier otro tipo de pérdida, ya que la sociedad, los sistemas legales y hasta los profesionales de la salud tienden a minimizar o desestimar el impacto de estas muertes en quienes las viven. Frases como “mejor que pasó ahora y no después”, “quizá venía malito” o “por algo será” son tan frecuentes como dolorosas. Estas palabras, aunque quizás bienintencionadas, actúan como una negación simbólica del duelo. Se pretende consolar sin dar lugar a lo fundamental: el reconocimiento del dolor.

En muchas ocasiones, estas muertes ni siquiera obtienen el amparo de un nombre. Si el bebé muere antes de las 22 semanas o pesa menos de 500 gramos, sus restos pueden ser tratados como residuos patológicos, sin registro oficial, sin certificado, sin huellas legales de su existencia. Incluso cuando se supera esa edad gestacional, el nombre del bebé muchas veces es reemplazado por “NN” en el certificado de defunción. Esta falta de reconocimiento formal deshumaniza la pérdida y contribuye al silencio y aislamiento de quienes atraviesan este dolor.

Esto nos invita a reflexionar sobre el escaso apoyo social, político y profesional disponible para las parejas que enfrentan pérdidas durante el embarazo. A continuación, se presentan algunos conceptos fundamentales:

a. Muerte gestacional: se refiere a la pérdida del embrión dentro del útero durante el primer o segundo trimestre del embarazo.
b. Muerte perinatal: ocurre a partir de la semana 28 de gestación, durante el parto o en los primeros siete días de vida.
c. Muerte neonatal: corresponde a los fallecimientos ocurridos entre los 7 y los 28 días después del nacimiento.
d. Muerte infantil: abarca las muertes que suceden durante el primer año de vida.

Un duelo sin cuerpo, sin ritual, sin cierre

Uno de los aspectos más complejos del duelo gestacional y perinatal es la falta de tangibilidad. Muchas veces no hay cuerpo que velar ni rito de despedida. Los padres regresan a casa con los brazos vacíos, pero el cuerpo, especialmente el de la madre, aún habla de embarazo: pechos llenos de leche, hormonas alteradas, una habitación decorada y ropa que ya nunca será usada. Esta disonancia entre la ausencia de vida y la presencia física de lo que debía ser agrava el dolor y complica el proceso de duelo.

El proceso de duelo se ve obstaculizado por la falta de rituales, de simbolismos y de espacios para la despedida. No se trata solo de llorar a quien no llegó, sino de hacerle un lugar en la memoria. Por eso, los rituales, aunque sencillos, pueden tener un poder transformador. Encender una vela, plantar un árbol o escribir una carta son gestos que nombran y significan la pérdida.

Estadísticas invisibles, sufrimientos ignorados

Según estadísticas, seis de cada diez mujeres experimentarán una pérdida gestacional en algún momento de su vida. De estas, aproximadamente el 55% ocurren por causas genéticas y el 5% por causas inmunológicas. Sin embargo, la investigación científica sobre el tema sigue siendo escasa, y las políticas públicas no contemplan adecuadamente la atención que estas familias necesitan.

El sector salud, en general, aún no está preparado para acompañar de forma empática estos procesos. En muchas instituciones, el personal médico no ofrece alternativas para despedirse del bebé, ni brinda contención emocional. Esto contribuye a que muchas mujeres y parejas vivan su duelo en aislamiento, con culpa o sintiéndose juzgadas por llorar “algo que nunca fue”.

Un duelo dentro de otros duelos

La pérdida de un bebé antes o poco después del nacimiento no es solo la pérdida de una vida, sino de un proyecto, de una identidad como madre o padre, de una historia futura. En estos casos se superponen varios duelos: se llora al hijo, al rol que ya no se podrá ejercer, al sueño compartido, a la expectativa familiar, incluso a la imagen propia como persona fértil o “capaz” de gestar.

Además, el sufrimiento se intensifica cuando se ha transitado un camino difícil hacia el embarazo, como en los tratamientos de fertilidad. En estos casos, el duelo se entrelaza con años de esfuerzo, esperanza y desgaste físico y emocional, haciendo aún más complejo el proceso de elaboración.

¿Cómo acompañar? ¿Qué no decir?

Acompañar a alguien en duelo gestacional o perinatal no exige grandes discursos, sino presencia, escucha y respeto. No se trata de explicar, justificar ni minimizar el dolor, sino de permitir que el otro pueda sentirlo con libertad. Frases como “al menos sabes que puedes quedar embarazada” o “ya vendrá otro” solo incrementan la sensación de aislamiento y desvalorización. En lugar de eso, es preferible decir: “Lo siento mucho, estoy aquí para ti”, “¿Quieres hablar de él o ella?”, o simplemente abrazar y estar.

Reconocer este tipo de duelo implica validar el derecho a sufrir, sin medir el dolor en semanas de gestación ni en si hubo o no parto. Cada historia es única. Cada pérdida es irremplazable.

El valor de los rituales

En duelos tan invisibles, los rituales se convierten en puentes. Ofrecen un cierre, un espacio simbólico para lo que no pudo ser despedido. No hay reglas. Puede ser una carta, una caja con recuerdos, una ceremonia íntima, una piedra con un nombre. La clave está en darle al amor y al dolor un lugar donde quedarse.

Preservar la memoria del bebé también es importante. Guardar ecografías, escoger un nombre, escribir sobre lo vivido, compartirlo si se desea. Nombrar lo que duele ayuda a hacerlo real y, eventualmente, a transformarlo.

Conclusión: Lo que se permite sentir, encuentra lugar

El duelo gestacional y perinatal debe dejar de ser un tabú. Silenciarlo no lo hace desaparecer, sólo lo encierra en el alma de quienes lo viven. Visibilizar este tipo de pérdida es el primer paso para que las madres, padres y familias que han atravesado esta experiencia puedan ser acompañadas con respeto y compasión.

El dolor por una vida breve es un dolor legítimo. No importa si fueron 5 semanas o 8 meses. Ese bebé existió en el corazón de sus padres, y eso basta para que esa experiencia de pérdida sea legítima y se le ofrezca a ese ser un espacio en la memoria de la familia.

Este artículo es un llamado a mirar con más humanidad, sensibilidad y comprensión las pérdidas gestacionales y perinatales. 

Porque sí, también duelen. Porque sí, también importan. Porque sí, también merecen ser nombradas.

Bibliografía Recomendada

  • Reátegui Keller, María Luisa. Un nido para alondra. Guía para parejas en tratamientos de fertilidad.
  • Neimeyer, Robert. Aprender de la pérdida.
  • Álvarez, Mónica. La cuna vacía.