Elisabet Ros

Los tipos de duelo

El duelo representa nuestra respuesta emocional y mental ante la pérdida, siendo un proceso que nos enfrenta a un profundo dolor y nos impulsa a parar para repensar nuestra vida. Aunque a menudo se asocia con la muerte, el duelo puede manifestarse en muchas otras pérdidas: el fin de una relación, la pérdida de un empleo o de la salud, entre otras situaciones. En todos los casos, cada duelo nos ofrece la oportunidad de transformar la manera en que nos relacionamos con la realidad, de ampliar las fronteras de nuestra mente y de reformular las ideas que construimos en el pasado.

Los 8 tipos de duelo

A continuación, describimos los 8 tipos de duelo más frecuentes, con sus principales rasgos y recomendaciones para gestionarlos de forma constructiva:

Duelo anticipado

Este tipo de duelo comienza antes de la pérdida real, por ejemplo cuando un ser querido padece una enfermedad grave con pocas esperanzas de recuperación. La mente comienza a prepararse para la despedida, lo que puede generar una mezcla de profunda tristeza y, a veces, una inesperada sensación de paz cuando finalmente ocurre la partida. Sin embargo, es posible sentir culpa al experimentar alivio tras el fallecimiento. Reconocer y normalizar estas reacciones ayuda a transitar el proceso de manera más consciente.

Duelo congelado

Se produce cuando la persona permanece estancada en una fase del proceso de duelo. Puede manifestarse mediante una ira constante, años después de la pérdida, o una pena tan intensa como la del primer día. Identificar este tipo de duelo es clave para buscar ayuda.

Duelo crónico o patológico

Se caracteriza por una tristeza constante y persistente, como si la herida nunca cicatrizara. A veces, resulta menos intensa pero se extiende en el tiempo y no nos permite avanzar. Acompañar a alguien con duelo crónico implica paciencia, comprensión y la capacidad de ofrecer un apoyo sin juicios, facilitando la liberación de aquello que obstaculiza el paso hacia la sanación.

Duelo ausente

En este caso, la persona actúa como si la pérdida no hubiera ocurrido, prolongando la fase de negación. Aunque puede ser un mecanismo de defensa temporal, corre el riesgo de impedir el procesamiento adecuado de las emociones, derivando en problemas de salud física o mental a largo plazo.

Duelo retardado

Surge cuando la persona no procesa su propio duelo porque se centra en cuidar de los demás. Al acumular sentimientos sin procesarlos, es común que se produzcan estallidos emocionales inesperados o problemas de salud física. Aprender a pedir ayuda y a equilibrar la atención entre uno mismo y los demás es vital en estos casos.

Duelo enmascarado

Se produce cuando no se han gestionado las emociones asociadas a la pérdida y estas aparecen disfrazadas en síntomas físicos o en conductas aparentemente ajenas al suceso (por ejemplo, dolores de cabeza, problemas digestivos, dificultades relacionales, etc.). El cuerpo expresa lo que la mente no llega a verbalizar, por lo que reconocer estas emociones es fundamental para aliviar los malestares.

En ocasiones, se buscan atajos para mitigar el dolor, como el consumo de alcohol o drogas, que solo generan más sufrimiento. Identificar estas conductas a tiempo y buscar apoyo puede evitar complicaciones mayores.

Duelo desautorizado

Ocurre cuando las emociones de la persona no se ven validadas por su entorno. Algunos ejemplos son pérdidas que no cuentan con el reconocimiento social: un vínculo no oficial, una pérdida gestacional o perinatal, la muerte de una mascota, etc. Sentir que no se reconoce la legitimidad del dolor puede derivar en culpa y aislamiento. Es crucial recordar que cada persona vive el duelo a su ritmo y que no hay una manera única de superar la pérdida.

Duelo distorsionado

Se manifiesta cuando una antigua pérdida no resuelta se reaviva ante una nueva, provocando una reacción desproporcionada en relación con la última situación. La intensidad del sufrimiento aparentemente no se corresponde con la naturaleza de la nueva pérdida, pero esto responde a heridas pasadas sin cicatrizar. Reconocer la conexión entre ambas experiencias resulta esencial para comprender y sanar.

El duelo en nuestra vida y visión transpersonal

El duelo nos acompaña desde que nacemos, pues la pérdida es inherente a la condición humana. Algunos duelos serán más llevaderos y otros sumamente dolorosos, sin que ello implique un “castigo” o “aprendizaje obligado”; simplemente forman parte de la vida. Sin embargo, tener conocimientos acerca de estos procesos es crucial para prepararnos y, sobre todo, para tomar consciencia de la impermanencia de las cosas materiales.

La Terapia Transpersonal ofrece una mirada amable que invita a aceptar la realidad tal y como es, reconociendo el sentido profundo que se esconde tras lo aparentemente doloroso. Este enfoque nos anima a observar con amor y compasión al personaje que hemos construido para protegernos del dolor, y a confiar en nuestras capacidades internas para afrontar lo inesperado. Así, podemos transformar el duelo en una oportunidad de crecimiento y despertar interior.

Escrito por Elisabet Ros, Terapeuta transpersonal y especialista en duelo y pérdida.