“El secreto del cambio es enfocar toda tu energía no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo” —Sócrates.
La pérdida no solo se refiere a la muerte de un ser querido, sino que engloba múltiples cambios y transformaciones que pueden despertar un proceso de duelo. Sin embargo, muchas de estas pérdidas —sobre todo aquellas de naturaleza simbólica— no reciben el reconocimiento social necesario, provocando que quienes las experimentan se sientan incomprendidos o incluso ignorados.
Maternidad no lograda
Un claro ejemplo es el caso de la maternidad no lograda, un tipo de pérdida que carece de suficiente apoyo social y que, con frecuencia, se minimiza. Igualmente, un duelo gestacional de pocas semanas o meses a menudo queda invisibilizado bajo expresiones como “pasa página”, impidiendo que el dolor de la madre y el padre pueda ser reconocido y procesado.
La pérdida más allá de la muerte física
El duelo también puede desencadenarse por la pérdida de un sueño o de un proyecto personal. Por ejemplo, soñar con ser pianista y terminar en un trabajo que no ofrece plenitud representa una pérdida significativa. Estas “pequeñas” pérdidas también afectan de manera importante a la vida emocional de cada individuo.
Cuando diseño un plan de crecimiento personal con mis pacientes, me aseguro de revisar los duelos del pasado para detectar posibles asuntos pendientes. Con frecuencia, descubrimos que el cambio y la pérdida están presentes en nuestras historias vitales, aunque no siempre seamos conscientes de ello.
Tipos de pérdida: Un esquema para comprender el duelo
A continuación, propongo un breve esquema de los tipos de pérdida que pueden detonar el duelo, aunque muchas veces pasan desapercibidos:
Pérdida por muerte física
Fallecimiento de seres queridos, mascotas o incluso la muerte de árboles y plantas a los que se tenía afecto.
Pérdidas relacionales
Separaciones, divorcios o la ruptura de una amistad importante.
Pérdida de habilidades o capacidades
Roles que dejan de poder asumirse a causa de una enfermedad o una incapacitación.
Pérdida de etapas de la vida
La llegada de la vejez, el no haber podido disfrutar de la infancia de los hijos o sentir que no se vivió plenamente la adolescencia.
Pérdidas materiales
Objetos con un fuerte valor sentimental, rango social, estabilidad económica, etc.
Pérdidas simbólicas
Valores, creencias, autoestima o sueños no alcanzados (por ejemplo, el deseo de una maternidad no lograda).
Cambios sustanciales
Mudanzas, cambios laborales, de hogar o escuela. Aunque positivos, generan un período de duelo por lo que se deja atrás.
Revisar nuestros duelos del pasado
Una revisión profunda de nuestro pasado pone de manifiesto que ya hemos transitado múltiples duelos en la vida y que, con los recursos que teníamos en cada momento, logramos superarlos. Este ejercicio de introspección revela cómo nos relacionamos con nuestras emociones y de qué forma reaccionamos ante la pérdida. A veces descubrimos que hay aspectos que no cerramos del todo y se convierten en “tareas pendientes” que todavía pueden afectarnos.
Crecimiento personal a través de la pérdida
En los procesos de crecimiento personal que acompaño, la revisión de las pérdidas del pasado resulta fundamental. Al observar nuestro recorrido de manera amable y amorosa, no solo aprendemos sobre la forma en que gestionamos nuestro mundo emocional, sino que también descubrimos nuestras fortalezas, recursos y capacidades que ya están integrados en nosotros. Aceptar y comprender estas pérdidas permite que dejemos de anclarnos al dolor y abracemos el cambio, impulsándonos a construir lo nuevo con más consciencia y resiliencia.
Espero que estas reflexiones te hayan resultado útiles y necesarias.
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Escrito por Elisabet Ros, terapeuta transpersonal y especialista en duelo.