“El hecho de poder expresar y compartir la pena y el miedo que se siente en la infancia, previene posteriores angustias.” — Dra. Elizabeth Kübler-Ross
Uno de los temas que resulta especialmente complejo a los adultos es hablar de la muerte, y, muy especialmente, con los niños.
¿Por qué nos resulta tan difícil esta conversación? Es probable que nos cueste, en general, enfrentar temáticas que no tenemos resueltas o revisadas interiormente. Es entonces cuando se acerca un pequeño con sus preguntas sin rodeos se convierte en un momento muy incómodo y confrontador para muchos de nosotros.
El contexto social, además, nos condiciona sobremanera porque debemos recordar que la muerte es un gran tabú en nuestra sociedad.
Los niños tienen la muerte más presente de lo que imaginamos porque como grandes observadores que son la presencian cotidianamente. Es una temática que aparece en muchos de sus juegos, y en la misma naturaleza, que es nuestra gran maestra, lo ven al caer las hojas de los árboles, cuando una de sus mascotas muere o ven un animal muerto por la calle.
Como personas adultas a cargo de la educación de los pequeños el trabajo, en este sentido, es bidireccional. Por un lado, adentrarnos a revisarnos honestamente sobre cuáles son nuestros miedos, ¿cómo han sido nuestras experiencias hasta la fecha?, ¿qué hemos aprendido de nuestros adultos de referencia cuándo éramos pequeños?, y, por otro lado, tener en cuenta el desarrollo cognitivo del niño a la hora de explicarles la muerte.
Cómo explicar la muerte a niños de 3 a 5 años
Entre los 3 y los 5 años, los niños son extremadamente curiosos y tienden a ser egocéntricos, por lo que todo lo que se les dice lo toman de forma muy literal. Al utilizar un lenguaje indirecto puede llevar a confusiones o incluso a aumentar sus temores. A esta edad, los pequeños suelen percibir la muerte como un estado temporal, como si la persona “estuviera durmiendo” y se despertará en algún momento para volver a llevar una vida completa.
Hablarles con frases claras y sencillas, evitando eufemismos que los desorienten, ayuda a que comprendan gradualmente la diferencia entre estar vivo y estar muerto. En caso de que pregunten si volverán a ver a esa persona, puede resultar útil decirles que esa persona ya no regresará, pero que pueden recordarla con cariño a través de fotos, anécdotas o rituales sencillos.
Cómo hacer que los niños de 6 a 9 años entiendan la muerte de una forma saludable
En esta etapa, los niños empiezan a conceptualizar la muerte, pudiendo llegar a experimentar sentimientos de culpa, temiendo morir pronto o preocupándose de que le suceda lo mismo a sus seres queridos. También puede aparecer el miedo a sentirse “diferentes” frente a sus amigos si un familiar cercano fallece.
Dado que en estas edades empiezan a “desprenderse” de ciertas fantasías, es vital explicarles que la muerte es definitiva, pero a la vez natural. Aclararles que nadie muere por culpa de los pensamientos o deseos de los demás, cuidando que no asuman responsabilidades que no les corresponden. Ofrecerles una estructura o ritual para honrar la memoria del fallecido —un dibujo, una carta, una pequeña ceremonia en casa— puede darles un sentido de cierre y ayudarles a procesar la pérdida.
Cómo explicar la muerte a niños de 10 a 12 años
Entre los 10 y los 12 años, la conciencia sobre la muerte se aproxima más a la de un adulto. Saben que es permanente y tienen la capacidad de entender los rituales o ceremonias asociadas (funerales, velatorios), pudiendo asimilar la magnitud del impacto que la pérdida provoca en el núcleo familiar.
En esta franja de edad, ciertos preadolescentes pueden negar el cambio que supone la ausencia de la persona amada y afirmar que “no sienten nada” o que “no les importa”. Sin embargo, pueden manifestar estallidos de ira o conductas fuera de lo habitual que revelan su dolor. Es recomendable mantener la comunicación abierta y enfatizar que “pedir ayuda o llorar” no es signo de debilidad, sino parte de su autenticidad emocional.
Cómo explicar la muerte a adolescentes de 13 a 18 años
Los adolescentes poseen la capacidad de pensar en abstracto y de razonar sobre su posición en la sociedad. Entienden que la muerte es lo contrario de todo lo que valoran en su vida —la energía, la libertad, los planes de futuro— y por ello, puede causarles un choque fuerte. Viven un rango amplio de emociones intensas, combinando la sensación de invulnerabilidad propia de la adolescencia con una posible angustia por la pérdida.
La rebeldía y la aparente indiferencia a veces son máscaras para protegerse, preguntándose cómo la muerte de alguien cercano afecta sus planes o su día a día. Escucharlos sin juzgar y ofrecerles un espacio de intimidad y apoyo resulta fundamental para que sientan que, aunque la muerte sea algo definitivo, no están solos en su proceso de duelo.
La muerte como parte del ciclo de la vida
La muerte contiene un valor formativo extraordinario, si entendemos como formativo todo aquello que facilite y permita el desarrollo pleno de las potencialidades y nos inste a reflexionar sobre ello compartiendo temores y dudas.
Los niños invitan a los mayores a renovar nuestra mirada y a no obviar las oportunidades que nos ofrece la vida cotidiana para explicarles que la muerte y la pérdida forman parte de nuestra vida de manera natural. Se trataría, entonces, de ir creando consciencia. Así, cuando llegue la muerte de un ser querido con el que se ha creado un vínculo especial, estarán mucho más preparados y lo vivirán como parte del ciclo de la vida.
Lecturas recomendadas para abordar la muerte con niños
Las historias y la literatura pueden ser excelentes recursos para acompañar y explicar la muerte a los niños:
- Efímera, Stephan Sénégas: Dos hermanos descubren un pequeño insecto muy divertido, una efímera. Investigan en internet y, cuando se enteran de que su nueva amiga solo vive un día, deciden hacer todo lo posible para que ese día le resulte inolvidable, iniciándola en todo tipo de juegos y aventuras.
- El Principito, Antoine de Saint-Éxupéry: Un niño príncipe vive en un pequeño asteroide. Éste cae a la Tierra, donde conoce a un piloto varado en el desierto. Ambos entablan una conversación en clave poética donde hablan de filosofía, de crítica social, del amor, del honor y de mucho de lo que nos hace humanos.
- Sobre el duelo y el dolor, Elizabeth Kübler Ross y David Kessler. Ed. Luciérnaga
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